viernes, 6 de diciembre de 2024
Andar de María Ángeles Maeso
ANDAR
Si hubo una quimera,
ya sabrá la flor qué hacer
con lo robado al fuego
Sucede así,
en el principio no fue el verbo: Tú
sin nombre. Yo, en silencio.
Si en los contenedores de la primera
persona del singular
hubo una quimera,
tendrá que empezar algo, un dedo,
un hombro, un paramecio,
un grano, un poco de relámpago.
Querida primera persona del plural:
si hubo una quimera,
tendrá que haber sendero.
María Ángeles Maeso
Libro de poemas Basura Mundi
Editorial Huerga and Fierro
La territorialidad de la familia en la construcción de ciudadanía democrática por María Teresa Ayllón Trujillo
"Gallinas" del anarquista Rafael Barrett, Paraguay, 1910.
"Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada. La propiedad me ha hecho cruel.
Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llenó para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.
Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en la casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.
¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.
Antes era un hombre.
Ahora soy un propietario".
"Gallinas", del anarquista Rafael Barrett, Paraguay, 1910.